Capítulo 11. Ricardo Y Sus Amigos

Video filmado por Chan Park

*****

Carlos Gavito

“Ricardo fue reconocido por su único estilo de bailar tango. Él era aplaudido por su entendimiento de la música así como su fuerza poderosa y su habilidad para transmitir su sentimiento con rítmo y perfecta cadencia”.

*****

Cacho y Raquel

Me piden que hable de Vos, sin duda alguna estoy en un aprieto, de un amigo como fuiste para mí, todo es poco. Nos conocimos allá lejos, andá a saber en qué milonga de  incomparable ambiente, nos miramos y fue así, como una corriente interna que terminó en AMISTAD.

Jamás dejaste de atenderme en el lugar en que nos encontrábamos, tu forma de ser un caballero quedó en mí grabada como distinta a cualquier otro, ya que desgraciadamente en éste ambiente milonguero, encontrar alguna persona como fuiste vos, es casi imposible, a mí me parece que un ser como fuiste vos, se nace y no se hace.

Todo ésto que te estoy diciendo sobre tu persona, es muy poco. Fuiste servicial, atento, diplomático, caballero y sobre todas las cosas un amigazo.

Lo dije apenas comencé éstas letras y lo digo ahora que terminé, gracias por haberte tenido, por la suerte de compartir más de una vez tu mesa, y por haberte conocido, siempre, siempre, estarás en nuestros recuerdos, nunca, nunca te olvidaremos.

*****

Tu amigo, Miguel Ángel Zotto

Cuando me dicen que Ricardo Vidort está en el país, inmediatamente la palabra “tango” está en mi mente, pues a través de los años de haberlo visto bailar, más de cincuenta, es sinónimo de tango.

Es satisfacción por la amistad y la alegría de sentirnos unidos por la música, y gozo por verlo expresar en su forma de bailar, tan personal con ritmo y cadencia única. Hablar de Ricardo Vidort es como hablar de un viejo milonguero de alma en todas las milongas de Buenos Aires, pasa por nuestro lado sonriendo y deja en su forma de bailar estilo y elegancia, inolvidables para quienes lo observan.

Sirvan éstos párrafos para brindarte lo mejor y con el reconocimiento por alegría de verte bailar.

Ricardo, soy tu padrino de USA. Yo te digo, Ricardo, que tenés que bailar en New York, porque te conozco de todas las milongas de Buenos Aires, compartiendo noches de tango y bohemia.

*****

Pedro Alberto Rusconi (“Teté”)

Ricardo Vidort reúne la experiencia necesaria para bailar y enseñar tango, pues posee sensibilidad y sentido exacto del ritmo y tiempo para caminar, ejecutando sus pasos con un estilo único y propio.

Ha bailado por más de cincuenta años en todas las milogas de Buenos Aires, y ahora desde hace ya cuatro años está en Nueva York, siendo admirado por su forma y estilo, dándole al tango ésa elegancia tan personal que por su forma y cadencia, es única.

Como puede uno expresar en pocas palabras, el concepto de verte bailar, tantos años creo que más de cincuenta, con tu estilo y forma que le dieron al tango la elegancia y la alegría concentradas en tu forma de bailar, tu cuerpo y pasos expresan tu sentir para todos los que te observamos …

*****

Conozco a Ricardo Vidort desde hace 10 años y por lo que he visto y sé, un hombre que ha bailado en todas las milongas de Buenos Aires, durante más de 50 años todos los días, y sin lugar a dudas es un milonguero de alma. Por su sentimiento y estilo, es una leyenda viviente, entre tantos que ya no están más, como dice él, los pasos no tienen dueño, pero el sentir y el estilo sí lo tienen. Sirva este pequeño comentario, para observación de quienes lo miran y aprenden.

*****

Carlos Biccai

“Cuando éramos jóvenes íbamos a bailar a Buenos Aires. No había mesa,  sino una barra, y los caballeros, nos parábamos en el medio de la pista de baile. Las bailarinas se sentaban con sus mamás, todas alrededor en bancos de madera. Los hombres cabeceábamos y las mamás miraban cómo estaban vestidos los caballeros. Se bailaba contra la aguja del reloj. Ricardo decía que la gente tenía que mirar para no tropezar con nadie y no hablar cuando bailan, sino escuchar la música. Ricardo jamás vino sin saco y corbata. Era un señor francés, tenía su propio estilo de baile. Bailaba al piso, lisaba como una gacela. Era muy buena persona, un caballero. Teníamos 30 años. Siempre llevamos una línea de la conducta, vivíamos con los códigos de respeto a la gente, mirar, escuchar y mantener la boca cerrada, porque la mujer es muy importante. Si había 4 mujeres en la mesa y yo había bailado con una, Ricardo no sacaba a ésta mujer por el respeto a su amigo. Es el código. Ricardo era una persona muy respetada en la milonga por ser caballero”.

Oscar Casas

Después de haber pensado mucho en vos, y en lo que sos para mí, me dí cuenta que he recibido de vos la inspiración de mi tango. Cada vez que te he visto bailar, cada vez que nos hemos sentado en una mesa juntos, cada vez que nos hemos reído o llorado por algo, yo estaba recibiendo pedazos tuyos, que los haré vivir y tendré presentes en cada Tango que baile en mi vida.

Vos sabés cómo yo amo mi tango, y cuán orgulloso estoy de él, pero gracias a Dios que no es solo mío, gran parte de él, es la inspiración que vos me das y me has dado siempre, por consecuencia bailarás conmigo hasta que yo muera y seguirás con Osky, mis nietos y con toda la gente a la que yo le enseñe Tango, nuestro Tango, el tuyo y el mío.

Qué ironía, que una vez dije que nunca había tomado clases con vos, hoy me doy cuenta que soy el que más clases tomé …

Te quiero mucho, Oscar

PD

Lo lindo del caso es que todos éstos pedazos (clases tuyas) fueron gratis … jajaja

Saludos al Ángel tuyo, y dale un beso nuestro.

*****

Cachirulo

Tuve una milonga Regín. Yo no era Cachirulo, yo era  Héctor de Regín. Conocí a Ricardo en su juventud, tuvo una pareja que era melliza, fue su mejor pareja de baile. Él era un hombre pintón, super bailarín, un señor muy elegante, muy ubicado, con gran prestancia en su caminar.

Mirándole bailar quedaba asombrado por ser un gran bailarín. Como maestro era muy superior, yo le admiraba, no fui gran amigo de la noche. Yo organicé la milonga en Regín, él se sentaba en la mesa de Alito y Pocho, yo le quería mucho y era su admirador, algo que no se ve ahora. Cuando él venía a mi milonga, yo la dejaba para ir a conversar con él.

Durante la temporada de militantes, hacíamos la milonga, a cierta hora nos ocultábamos para seguir con la milonga, con la puerta cerrada, tocaban 3 timbres los que venían para poder entrar.

Ricardo bailaba un momento único, era muy natural para bailar, no hay más gente como él, bailaba Pugliese como se debe bailar, pausado, bien caminado, bailaba Troilo, como era Troilo, cantado y orquestado, lo bailaba perfecto, D’Arienzo con toda la furia, con toda su polenta, sus ganas. Su milonga era super total, fue fenómeno en éso, un creador muy natural como era su personalidad. No hubo otro igual, hubo buenos, pero él se destacaba.  Dentro de su baile era perfecto. Ricardo en su momento era uno más dentro del grupo de grandes milongueros. Se fue destacando cuando empezó a viajar.

*****

Rick McGarry

 

Lo que nos dejó Ricardo

Aunque yo bailaba mucho en las milongas y llegué a conocer a los milongueros, todavía no había desarrollado un buen ojo para lo que estaba viendo. En ése tiempo, el atleticismo de Teté se veía mejor para mí que el estilo de Ricardo. Por cierto, Teté es un gran bailarín, pero compararlo con Ricardo es como comparar manzanas y naranjas. Hoy con más de 10,000 bailes en mi experiencia, que la que tenía ésa noche en la parilla, yo entiendo lo que alguien estaba tratando de decirme. Ricardo Vidort era el gran arquitecto del tango.

No entrar en un detallado análisis, pero para aquellos que quieren ver lo que pueden aprender de Ricardo, les puedo sugerir algunas cosas para observar. Primero, por cierto, vas a notar que él está siempre a compás. (Una vez me dijo que él y los otros milongueros hacían un juego, donde la primer persona en hacer un paso fuera de compás durante la noche, tenía que pagar por el champagne. Él dice que nunca tuvo que pagar – lo que suena correcto. No puedo nunca jamás imaginármelo dando un paso fuera de compás).

Ricardo pudo incorporar el compás en sus giros y corriditas en una forma única. A veces únicamente pisaba en el compás fuerte, y a veces hacía una serie de corriditas al entrar y al salir de los giros. El hacía corridas hacia adelante y hacia atrás, a veces le agregaba pausas y a veces hacía una curva. Él tambien incorporaba sacadas y pasos de vaivén en sus corridas como nadie. Y él también tenía una forma inusual de plantar su pie y hacer pequeñas pataditas con el otro, mientras continuaba marcándole a su compañera. Tango casi siempre se baila con un cambio de paso o de peso de un pie a el otro, pero Ricardo desarrolló una forma de quedarse en un pie y marcar varios compases con el otro, mientras su pareja bailaba. (El único otro bailarín al que le vi hacer esto es a Osvaldo, que aparentemente aprendió y practicó con Ricardo cuando eran jóvenes). Finalmente, puedes notar que cuando hacía corridas con el lado izquierdo de Alejandra, él no cambiaba para hacer un contra paso. Él lo hacía parecer muy natural, pero si tratás de hacerlo vas a encontrar que no es muy cómodo – lo que es probablemente porque él era el único en las milongas que lo hacía.

Me acuerdo que una vez le pregunté a Ricardo si yo estaba haciendo los giros correctamente, porque no se veían como los giros que yo le habia visto hacer a él.

Me miró por un momento y me dijo: “Seguro. Es buen giro. Lo puedes hacer así.” Fue una contestación inteligente, pero un poco diferente de lo que yo estaba esperando. Si haces esa pregunta en una clase de tango probablemente vas a recibir una demostración de algún giro que el instructor había memorizado, entonces él o ella te va a decir si estabas bien o no, dependiendo en lo que tú podías haber copiado. Implicita en la contestación de Ricardo hay algo que todo milonguero sabe en su estómago: No hay una forma “correcta” de hacer el giro. Aprendé a moverte con la música en una pista llena y pronto vas a comenzar a hacer giros. Puede haber tantos giros diferentes como hay milongueros.

Tango puede ser tan simple o tan complejo como tu quieras hacerlo. Para ver como lo hace el gran Arquitecto, verás a Ricardo en su mejor, combinando todo – sacadas, giros, pasos rápidos, pausas, y vaivén, en dos minutos brillantes de baile sin ensayo. Usando las herramientas del tango para navegar y tener expresión musical al mismo tiempo es la marca de un gran bailarín de tango.

*****

Thierry – confesión de un parisino

Ricardo, amigo, padre y mucho más.

Te quería escribir para decirte cuánto me faltaba tu presencia a mi lado. La última vez que nos hemos visto, había entre nosotros emoción que no lo pudimos soportar. La verdad que me siento tan cerca de ti y de tu manera de ser y pensar, que me parece que este año y más que siempre, una parte de mi se estaba consumiendo. Este año me hubiera gustado quedarme más contigo, para pasar más tiempo y aprender más de ti.

Ewa es una mujer perfecta, de ella también pude aprender. Me gustó mucho hablar con ella, fue muy linda conmigo y me sentí en confianza, cosa agradable.

Los tres primeros días de clase contigo en París, fueron llenos de emoción, yo trataba de hablar de sentimiento en el baile y cada vez tu imagen me venía a la cabeza, y cada vez, lágrimas de tristeza y soledad salieron de mis ojos.

Te amo como un amigo, pero también como un hijo y tenía ganas de decirte estas cosas que para mí son muy importantes. Ricardo, necesito verte otra vez antes de que te vayas, no te olvides, tenemos una cita.

Con mucho cariño y respeto … un abrazo fuerte

*****

Maria de San Telmo

Hablar de Él es revivir cosas vividas, pocas dentro de la milonga, muchas fuera de ella. Nos conocimos cuando comencé a aprender tango por el 2001 en el Beso, y me alentaba por mi baile, nos fuimos conociendo y nos hicimos grandes amigos compartiendo nuestras vidas íntimas fuera de la milonga, con interminables charlas cenando, caminando o con un café de por medio.

Su vida fue sorprendente, más allá de su baile, con una filosofía de vida muy especial, con una forma de pensar que nos unía y con afinidades espirituales. Conocí su familia, su fracasos y sus logros. Fue mi AMIGO y así me lo demostró siempre.

Cuando se enamoró, fui la primera en saberlo, llegó de Estados Unidos y me buscó para comentármelo y me dijo: “María, me enamoré, conocí a la mujer para el resto de mi vida, quiero que la conozcas y que sean amigas”. Y así fue cuando llegó con ella a Argentina, fui la primera en conocerla y me encantó, me sentí muy feliz por ellos. Yo no solo tengo su amistad, sino que también me dejó su último amor, que es ésta mujer Ewa, con  la cual tengo una gran amistad y es como la prolongación de él.

Gracias es todo lo que tengo para decirte, amigo, gracias por compartir tanto conmigo, desde las alegrías hasta las amarguras y el llanto. Gracias por querer estar cerca mío en tus últimos días y compartir los tres, tus últimas milongas. Gracias por haberme dejado descubrir tu alma y llorar conmigo tus amarguras, cuando perdiste a tus seres queridos, tus Tías. Gracias por haberme hecho reír con tus anécdotas, gracias por existir. Seguís estando en mi corazón como siempre, tu amiga incondicional.

*****

Myriam Pincen

Un día estaba en una milonga sentada, en una milonga, observando a la concurencia, cuando me llaman la atención un par de pies que se distinguían por sobre los de más, por la forma en que se desplazaban al compás de la música, trataba de ver a quiénes les pertenecían, pero sólo cuando terminó la tanda pude ver a un señor de pelo canoso, impecablemente vestido que acompañaba gentilmente a la compañera a la mesa. Al cabo de un rato ese mismo hombre me invita a bailar lo a que accedí my gustosa, entre tango y tango pudimos conversar y pude saber algo más sobre él, además que bailaba como los dioses!!!

Es así que me propone que trabaje con él mientras estuviera en Buenos Aires, ya que tenía pensado viajar. Y es así que ese año dimos muchas clases, seminarios y exhibiciones en distintos salones de Buenos Aires.

Y me siento absolutamente agradecida de haber tenido la fortuna de poder compartir ésa experiencia de vida, y nunca olvidaré su buen humor y sabiduría; y por sobre todas las cosas ese optimiso que era contagioso. Me queda su inolvidable recuerdo de un hombre y bailarín de calidad insuperable … Siempre estará entre mis mejores recuerdos!!!

*****

*****

Vilma Martínez

Conocí a Ricardo Vidort en una exhibición que presencié casualmente en una tarde de sábado en una milonga del gordo Rosich. Recuerdo que lo anunciaron y salió a la pista un señor que más que pinta de milonguero, lucía como un intelectual de anteojos, no muy alto, robusto, vestido con sobriedad y muy tranquilo, cero onda “HISTERIA DEL BAILARÍN QUE VA A DAR UNA EXHIBICIÓN”. Comenzó a bailar, como no lo conocía, me centré a prestarle atención a él y lo primero que me llamó la atención, fue la sencillez de su baile, sencillez que enseguida advierto, no tenía nada que ver con lo que llamamos simpleza en el sentido de aburrido o zonzo. Empezó caminando y seguí caminando todo el tiempo, los movimientos super precisos, cada uno de sus pasos estaba metido dentro de algún tiempo del compás, por lo tanto ninguno de ellos era tirado al azar, él guiaba enteramente la dirección y el momento en que su pie caía dentro del frase de la música.

Reflexión: entonces es verdad que la verdadera belleza está hecha de la madera de sencillez? Será entonces que por no advertir ésta premisa es tan poca gente que llega a bailar bien?

El abrazo de Vidort se veía como una mezcla de firmeza y ternura, una firmeza que no tenía nada que ver con la rigidez, muy por el contrario, una enorme relajación en sus brazos hacia que la mujer se sintiera cómoda, acunada protegida cuando él la llevaba.

Y si bien su baile estaba orientado en seguir en todo momento el fraseo y la intención de la música, era por lo tanto un baile complejo e imprevisible, cualquier mujer que estuviera atenta y entregada, podía entender la marca de su torso, precisa y sutil al mismo tiempo (eso lo advertí cuando un tiempo después bailé con él).

Recuerdo que mientras lo observaba bailar un Di Sarli super tanguero, me figuraba que de alguna manera estaba viendo bailar al prototipo del porteño de mundo, habilidoso, elegante, sobrio, seguro de sí mismo, pero sobre todo sobrio, porque si hay algo que siempre estuvo en la cultura del argentino es éste gusto por la no estridencia, por la discreción, por la elegancia, lo que no excluía sin embargo un irrefrenable espíritu lúdico que expresaba a través de los pies en diseños terrestres de una originalidad, complejidad y resoluciones a veces sorprendentes.

Todo éso lo vi en Vidort aquella tarde de sábado en la milonga de Rosich, ésa tarde descubrí al Vidort bailarín de tango, pero más tarde tuve la suerte de acercarme a él. Este acercamiento me sirvió para descubrir en él un ser humano integro, sincero, exento de ambiciones pueriles, “de vuelta en la vida” pero en el sentido de saber que cada minuto de su vida no lo iba a desperdiciar  en mezquindades ni choluladas. Sobrio y discreto se mantuvo hasta el final de su vida … y generoso, muy generoso lo que no es poca conducta en un ambiente super competitivo y plagado de narcisismos sin sentido.

Para mí, Vidort es un paradigma de la excelencia del tango argentino, de un gran tipo. Nunca lo voy a olvidar.

*****

Victor Hugo Oviedo

Corría el año 1992 cuando desde el interior donde vivía, San Martín de los Andes, me traslado a vivir a Buenos Aires, y para no perder la costumbre ubiqué una milonga, Almagro, y hacia allí me dirigí. En un momento entra al local un señor trajeado saludando a todo el mundo (situación que me llamó mucho la atención) y no cuento cuando empezó a bailar, fue para mí algo impresionante, no me imaginé nunca que se podría dominar el cuerpo bailando tango de ésa manera (a todo ésto ya hacía más de 15 años que yo bailaba). Y así de ésta manera con intervalos en los que se lo veía por las milongas, fue pasando el tiempo, siempre que lo encontraba trataba de imitar su baile o alguno de sus pasos. En todos esos años nunca crucé una palabra con él, me parecía algo inalcanzable (qué equivocado que estuve).

Hasta que llegó el año 2003 y se realizó el primer Campeonato Metroplitano de Tango, me presenté en El Beso con Ana María (mi pareja) y ganamos pasando a una semifinal que se realizó en el Centro Cultural Sur, al llegar a éste lugar me encuentro con este señor que tanto admiraba bailando con una amiga mía, Muma, una exquisita bailarina, acorde a tal bailarín, en ése momento mi amiga Muma me lo presenta a Ricardo Vidort,  fue la primera vez que crucé mi primera palabra con ése monstruo, entonces le comenté a mi compañera de baile, que ya estábamos perdidos en el concurso, por cuanto estaba en nuestra zona un bailarín increíble, situación que le hice saber a él.

Ahí vino mi primera sorpresa, conocí la humildad de un grande, inimaginable, cómo me ayudó y alentó en mi participación, siempre con una sonrisa y un optimismo increíbles, a partir de ése momento me hizo sentir que era su amigo, lo cual me hacía sentir muy orgulloso. Comenzamos a compartir la mesa en las milongas, sentirle contar sus anéctodas me fascinaba, no sé por qué motivo en un momento de aquellas tertulias, le comenté cuál era mi profesión original, y a partir de ese momento nuestra relación se afirmó increíblemente y realmente lo sentí mi amigo. Compartíamos las mismas ideas políticas, la misma visión del país, etc, etc.

A partir de ése momento nuestra relación fue muy fluida y tuve la suerte de me que enseñara muchos de sus pasos, que durante años no se los pude copiar, con una paciencia digna de su grandeza como persona. Y como frutilla del postre de mi relación con Ricardo, tuve el privilegio de que me eligiera como su ayudante en algunos seminarios que dictó en Buenos Aires. Para mi fue lo mejor que me pasó en mis 38 años de baile.

*****

Graciela Tierno

Recuerdo el primer día que vi, en mis comienzos en las milongas, al Señor y luego amigo y maestro Ricardo Vidort. Fue una noche en la milonga “Porteño y Bailarín” de hace ya unos cuantos años. Me quedé absorta, la gente que llenaba la pista desapareció para mí y bailaba solo él y su compañera, no podía dejar de mirar el baile de ése hombre que transmitía una cadencia una armonía y una solvencia señorial, extasiada, tratando de entender y descifrar que había en él de distinto que nunca había visto ni sentido al mirar a otros milongueros. No parecía un milonguero pero lo era, “era un miloguero especial”.

Lo primero que noté, intentando descifrar mi admiración fue su postura elegantemente cadenciosa, sus pasos decididos y lo más notable era que su baile incluía a la Señora con la que bailaba y yo veía el baile de la pareja, se sentía la intención de éste hombre en el baile porque no era un hombre que bailaba maravillosamente bien, sino una pareja de baile y el promovía ésta situación. Su principal virtud era convertir su baile único en el baile de dos. Nunca había visto y sentido éso al ver bailar.

Así se lo dije sin ocultar mi admiración y el agradeció con una rara mezcla de humildad y orgullo. Al rato me dijo: “vamos a bailar, fijáte que dije, vamos a bailar. Yo no te voy a llevar a la pista solamente, vos y yo vamos a bailar el tango”. Le miré y no entendí  muy bien que me quería decir … “Vos soltáte y relajáte y bailemos” … Tiempo más tarde comprendí lo que me decía.

Con él empecé a aprender y desarrollar “mi sentimiento al bailar” o sea “a bailar”, a investigarme a mí misma más que a otros, y todo empezó a tener sentido. La relación de mi cuerpo con la música, los pies y el movimiento en armónica relación, única manera de acordar genuinamente con otro. Para acentuar la vivencia de “cadencia” me enseñaba con Fresedo, no con Di Sarli. No eran “pasos de tango” era bailar tango con todo el cuerpo, desde los oídos hasta los pies.

Era un hombre tan rico en su expresión general que uno lo conocía unos meses y sólo con éso dejaba huella y a uno le parecía que era un amigo de años.

Ricardo era una fuente generosa de excelente y sana energía que seguirá acompañándonos a quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo y de acercarnos al maravilloso disfrute de BAILAR EL SENTIMIENTO DEL TANGO.

Hombres hay muchos, señores muy pocos. Profesores hay muchos, maestros pocos.

RICARDO ERA UN SEÑOR MAESTRO COMO POCOS Y EL MEJOR BAILARÍN DE TANGO QUE YO HAYA VISTO.

***** 

Alison Murray

Yo conocí a Ricardo Vidort en Toronto, Canadá, cuando fui estudiante de tango principiante. Ricardo vio que yo tenia la “enfermedad” del tango y me invitó a Buenos Aires donde me ayudó mucho – buscando en el aeropuerto, ayudándome a encontrar el departamento, y actuando como mi guía en las milongas, presentándome a la gente en la comunidad tanguera. Cuando vio que estaba lista, me dejó volar sola. Era un bailarín y profesor fabuloso y me gustó su estílo internacional, con inglés perfecto y un interés en los temas esotéricos, como Gurdjieff. Yo pienso que Ricardo fue fundamental en mi camino del tango que el cual me llevó a conocer mi esposo y padre de mis hijas, y a ganar el Campeonato de la Ciudad de Buenos Aires 2014.

****

Dennis

Pienso que el fallecimiento de Ricardo, tal como el de Gavito, restó al tango algo que nunca podrá ser reemplazado. Hoy hay muchos “bailarines” cumplidos que se hicieron “Bailarines de Tango”, pero pocos son “Milongueros”… cuyos corazones y almas inhalen y exhalen la pasión, que nosotros tuvimos mucha suerte de vivir y absorber alguna energía que emanaba gente como Gavito y Ricardo. Parece que los grandes bailarines de hoy no poseen esta energía, ni el estílo, ni la técnica o habilidad. Hoy sí – hay muchos bailarines con una técnica excelente, pero curiosamente algo que gente como Ricardo sobraba – falta … especialmente acá, en Nueva York … Mucho brillo, poco tesoro.

*****

“Cuál es el sonido de una mano aplaudiendo?” Zen koan

Querido Ricardo:

Sí, aprendí mucho de tu “Tango Holístico”. Admito que mi primer encuentro con vos, hace algunos años, y tu inspiración al tango impactó enormemente mi camino de tango. Ahora, me siento cada vez más obligado a continuar este camino, compartiendo tu inspiración con otros, quienes de otra manera nunca podrían saber lo que es el verdadero tango. Gracias por tus buenas palabras y por darme el ánimo. Si hay algo que pueda hacer para vos, no dudes en hacérmelo saber.

Cordialmente, Chan

Un hombre que era tango. Lo expresaba en el baile y lo derrochaba en su bonhomía. Gran persona.

Néstor Luis Bermatov

Cuando Ricardo bailaba yo no bailaba, yo le miraba.

Miguel Fernandez

 

 

Published on 21/09/2017 at 12:16 am  Comments Off on Capítulo 11. Ricardo Y Sus Amigos  
%d bloggers like this: