Capítulo 8. Mujeres Con Quienes Ricardo Enseñaba Tango

Liz Haight

Video gentileza de Chan Park

Él dijo una vez: “Creo que dentro de todos nosotros hay una parte de Dios. Tenemos que encontrar el secreto”. En retrospectiva, esto fue a lo que siempre me llevó. El sabía que escondido dentro de cada uno de nosotros hay algo que es único y a lo cual se accede  a través de la relajación, el placer y nuestra forma natural de ser. El sabía que si pudiéramos salir de nuestros hábitos, entonces esto que es único brillaría a través del baile. El tango para él era un lugar de comunión de las almas y de celebrar la vida al máximo.

Nos acercamos mucho durante éste período de tiempo en Nueva York. Me llevó a las milongas a la noche, me explicó los códigos, me retaba por no usar el cabeceo de una forma que me honraría a mí, a mi pareja y al baile. La mayor parte del tiempo bailamos juntos. Después cuando mi pareja, Masami, y yo fuimos por primera vez a Buenos Aires pasamos un mes juntos; donde estudiamos, pasamos mucho tiempo juntos y él nos introdujo a la cultura del milonguero. En 2005, un año antes de morir, lo invité a Santa Fe, Nuevo México donde Masami  y yo vivimos. Vivió con nosotros por un mes mientras daba clases grupales y privadas en nuesrtra casa. También lo llevamos ese año a dos  festivales en Denver a dar clases. En todo ese tiempo nos convertimos en una familia, mucho amor, lágrimas, placeres y peleas!

Ricardo fue siempre generoso con su persona en su baile como amigo y maestro. En grupos y con quien sea que nos encontramos, lo observaba siempre compartiendo lo que sabía que es el corazón del tango. Mucha gente no entendía lo que él estaba dando y lo encontraban irritante e incómodo bailar sin la seguridad de pasos y una agenda mental. Para muchos, él fue una inspiración no solo por su destreza en el baile, pero también que era un modelo de autenticidad. El era diligentemente verdadero con sí mismo.

Yo sabía que lo que Ricardo me estaba enseñando iba a ser la base de mi trabajo por vida como instructora de tango. El sabía que yo estaba a tono con él y entendía lo que el quería que el mundo supiera. El sabía que yo seguiría como una fiel seguidora de su cultura y su baile. En su último año el me transmitió todo lo que pudo. Fue exigente conmigo y me empujó hacia lugares a los que yo apenas podía ir y discutimos mucho. Me di cuenta que éste era un acto de verdadera generosidad. Ahora desearía haber recibido inmediatamente aquello que él me quería dar sin luchas. Hubiera sido lo más generoso que yo podía haber hecho, pero yo era tan cabeza dura como él! También yo necesitaba crecer con sus enseñanzas. Yo necesitaba encontrar en mi cabeza dura esa forma individual para después darme cuenta de que nunca me llevó por un camino equivocado – que en realidad cada lugar nuevo que yo encontraba era precisamente a donde él me llevaba todo el tiempo!

Yo siempre dije que Ricardo era una fuerza de la naturaleza determinado como una tormenta, él encaminó las corrientes de mi vida en la dirección que necesitaba y en la que quería ir. Me dio todo de sí mismo – su corazón, su amistad y todo lo que yo podía recibir de lo que él sabía del tango. Cómo agradecerle a alguien que ha dado tanto a tu vida? Para mí, solo podré dar lo que él sabía que podría dar, la transmisión honesta de lo que yo había aprendido de él, a mis estudiantes … por lo tanto todos los días de alguna manera él está conmigo, en mi estudio, en mi trabajo, en mi corazón y con toda mi gratitud.

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Jill Barrett

Video gentileza de Chan Park

Jill Barrett era una amiga muy cercana de Ricardo. Una vez él me dijo que ella era la más inquisidora sobre la composición de la música del tango. Jill invitó a Ricardo varias veces a Londres donde él se quedaba algunos meses cada año, haciéndose un maestro muy querido entre los bailarines en Inglaterra. Hubo momentos difíciles para obtener su pasaporte y muchas personas estaban involucradas en ayudarle, inclusive Gavito. Todos estaban muy ansiosos esperando la llegada de Ricardo.

“Soñá como si vivieras para siempre. Viví como si murieras hoy”. James Dean

“Qué estás haciendo? Por qué no te puedo encontrar por teléfono? Todas las 3 clases están completamente reservadas, los estudiantes ya pagaron. Vas a poder venir? Jill”

“Mi muy querida: Feliz cumpleaños! Este hermoso día, estoy tan cerca que casi te veo sonreír, como siempre rodeada de amor, amigos y recuerdos, y sé que tengo mi lugar especial, pues te agradezco por todas las cosas que me has dado. Mañana, desde Ezeiza, te voy a decir en qué vuelo llego a Londres, entonces sé paciente como yo lo soy, te veo pronto. Un beso muy, muy grande en este día especial deseando que tus sueños se hagan realidad. Con amor, Ricardo”.

“Sólo para darles una buena noticia, recién salida de la imprenta – por milagro Ricardo finalmente ha llegado a Londres! Está en buena condición, considerando la dura experiencia de las últimas semanas en tratar organizar su viaje, bailamos nuestros primeros tangos y tomamos nuestra primera copa de vino juntos. Si fuera religiosa, agradecería a Dios, pero como no lo soy, voy a dar las gracias a Gavito, puesto que sin su amable ayuda Ricardo no estaría ahora sentado acá”.

“Mis queridos Oscar y Mariann. Estoy en Londres desde hace casi una semana, pues el pasaporte era una odisea, en la que sin ayuda de mi amiga, JILL, no hubiera llegado. Gracias a Dios la gente es maravillosa. Amor, Ricardo”.

El punto de vista de Ricardo sobre las mujeres que lideran era, creo, típica de su generación. El creía que el tango trataba del hombre y de la mujer, y por eso estaba convencido de que dos mujeres bailando no tiene sentido. Él dijo que cuando una mujer lidera su seguir sufre. Después de una discusión él lo revisó, y se refirió a la mujer que pasaba mucho tiempo liderando.

Pienso que él creía que liderar intrínsicamente dañaba la habilidad de la mujer para seguir. Solíamos discutir sobre eso. Cuando estaba bailando con él y algo estuvo mal, él me decía que dejara de liderar. Yo insistía que no estaba tratando de liderar, que solamente perdí el equilibrio, me equivoqué, no le entendí.

Sin embargo, Ricardo nunca dijo que la mujer no debería liderar. Al contrario, me animaba a liderar y me daba clases durante las que yo llevaba a una mujer. Entendió que una profesora necesita saber ambos roles, y también que algunas mujeres en Londres lideran mucho últimamente por falta de buenos líderes hombres.

Cuando enseñábamos juntos y había pocos hombres en el curso, ambos bailábamos con las mujeres sin pareja, y él estaba muy feliz de hacerlo.

Entonces, pienso que cualquier haya sido su punto de vista en el principio, él estaba abierto y flexible suficientemente para adaptarse a diferentes situaciones y culturas. Era un buen y leal amigo, me apoyaba en lo que hacía,  a pesar de no estar de acuerdo. Por ejemplo, una vez por causalidad se quedaba en mi casa cuando yo estaba dando un taller de un día de cambios en dirección, como boleos y otros movimientos en el estilo de tango de Gustavo Naveira. En otras palabras, un estílo totalmente ajeno al de Ricardo. Suguerí que quizás preferiría pasar el día afuera, pero él prefirió quedarse. Observó la clase entera. Nos brindó buen humor, apoyo y ánimo, y me ayudó en encender y apagar la música. Sin embargo, se aguantó de darnos sus opiniones (lo que seguramente le costó mucho esfuerzo).

Myriam Pincen

Un día estaba en una milonga, sentada observando la concurrencia, cuando me llama la atención un par de pies que se distinguían por sobre los demás, por la forma en que se desplazaban al compás de la música, trataba de ver a quiénes pertenecían, pero solo cuando terminó la tanda pude ver a un señor de pelo canoso, impecablemente vestido que acompañaba gentilmente a la compañera hasta la mesa.

Al cabo de un rato ese mismo hombre me invita a bailar a lo que accedí muy gustosa, entre tango y tango pudimos conversar y pude saber algo más sobre él, además de que bailaba como dios!

Es así que me propone que trabaje con él mientras estuviera en Bunos Aires, ya tenía pensando viajar. Y así es que ese año hemos dado muchas clases, seminarios y exhibiciones en distintos salones de Buenos Aires.

Yo me siento absolutamente agradecida de haber tenido la fortuna de poder compartir esa experiencia de vida, y nunca olvidaré su buen humor, sabiduría y por sobre todas las cosas ése optimismo que era contagioso, y me queda su inolvidable recuerdo de un hombre y bailarín de calidad insuperable … siempre estará entre mis mejores recuerdos!!!

Vilma Martínez

Conocí a Ricardo Vidort en una exibición que presencié casualmente en una tarde de sabado ya hace 8 años atrás en la milonga de Rosich.

Recuerdo que lo anunciaron y salió a la pista un señor que más que pinta de milonguero, lucía como un intelectual de anteojos, no muy alto, robusto, vestido con sobriedad y muy tranquilo, cero onda “Histeria del bailarín que va a dar una exhibición”.  Comenzó a bailar, como no lo conocía, me centré en prestarle atención a él y lo primero que me llamó la atención fue la sencillez de su baile, sencillez que enseguida advierto, no tenía nada que ver con lo que llamamos simpleza en el sentido de aburrido o zonzo. Empezó caminando y siguió caminando todo el tiempo, los movimientos súper preciosos, cada uno de sus pasos estaba metido dentro de algún tiempo del compás. Por lo tanto ninguno de ellos era tirado al azar, el guíaba enteramente la dirección y el momento en que su pie caía dentro del fraseo de la música.

Entonces es verdad que la belleza está hecha de la madera de la sencillez? Será entonces que por no advertir esta premisa es que tan poca gente llega a bailar bien?

El abrazo de Vidort se veía como una mezcla de firmeza y ternura, una firmeza que no tenía nada que ver con la rigidez, muy por el contrario, una enorme relajación en sus brazos hacía que la mujer se sintiera comoda, acunada, protegida cuando él la llevaba.

Y si bien su baile estaba orientado en seguir en todo momento el fraseo y la intención de la música, (era por lo tanto un baile complejo e imprevisible), cualquier mujer que estuviera atenta y entregada, podía entender la marca de su torso, precisa y sutíl al mismo tiempo … esto lo advertí cuando un tiempo después me tocó bailar con él.

Recuerdo que mientras lo observaba bailar un Di Sarli, super tanguero se me figuraba que de alguna manera estaba viendo bailar al prototipo del porteño de mundo, habilidoso, elegante, sobrio, seguro de sí mismo, pero sobre todo sobrio, porque si hay algo que siempre estuvo en la cultura del argentino es este gusto por la no estridencia, por la discreción, por la elegancia, lo que no excluía sin embargo un irrefrenable espíritu lúdico que expresaba a través de los pies en diseños terrestres de una originalidad, complejidad y resoluciones a veces sorprendentes.

Todo esto vi en Vidort aquella tarde de sábado en la milonga de Rosich, esa tarde descubrí al Vidort bailarín de tango, pero más tarde tuve la suerte de acercarme a él. Este acercamiento me sirvió para descubrir en él a un ser humano íntegro, sincero, exento de ambiciones pueriles, “de vuelta en la vida” pero en el sentido de saber que cada minuto de su vida no lo iba a desperdiciar en mezquindades.

Sobrio y discreto se mantuvo hasta el final de su vida … y generoso, muy generoso lo que no es poca conducta en un ambiente super competitivo y plagado de narcisismos sin sentido.

Para mí Vidort es un paradigma de la excelencia del tango argentino y un gran tipo. Nunca lo voy a olvidar.

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Video filmado por Chan Park

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Published on 20/09/2017 at 11:55 pm  Comments Off on Capítulo 8. Mujeres Con Quienes Ricardo Enseñaba Tango  
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